
Como ya todos sabemos El Salvador tendrá en los próximo meses un nuevo puerto marítimo. Se trata del nuevo Puerto de La Unión. Tal como lo pudimos constatar con mis compañeros de grupo en la visita que realizamos hoy para realizar el trabajo de observación, su construcción está muy avanzada. De hecho, nos dijeron que se tiene planeado que esté terminado en noviembre.
En el proyecto se da un proceso de comunicación que vale la pena describir. En el lugar de la obra hay mucha gente involucrada, de diversas nacionalidades como mexicanos, europeos, asiáticos y por supuesto una mayoría de salvadoreños, según nos dijo el encargado de CEPA. Por esto, los rótulos de advertencias y avisos son en inglés.
En un nivel macro del proyecto la comunicación es claramente vertical. Los supervisores de la obra tienen que hacer uso de avisos escritos que son enviados de una manera jerárquica para coordinar los trabajos y resolver los problemas. Esto ocasiona que la comunicación sea burocrática. Todo lo que se hace tiene que quedar escrito en notas que tienen copia a CEPA. Además, no existe un encargado de la comunicación organizacional, que gestione dentro de la obra.

Lo paradójico
La construcción ha estado a cargo de la empresa japonesa TOA. A su vez, esta ha contratado a otra empresa belga para que ejecute la obra y esta última ha hecho una serie de subcontrataciones ha empresas constructoras de nuestro país. Tanta vuelta para que al final el proyecto sea desarrollado por nosotros mismos.
Por un lado, es lógico. En nuestro país no hay el suficiente recurso técnico, o quizá intelectual, para que obras como esta puedan ser concebidas por mentes o empresas salvadoreñas. Y en este punto tengo que volver a un tema del que ya había hablado en otra entrada: en El Salvador la educación pública deja mucho que desear. De nada sirven programas como Oportunidades y demás fabricaciones que más parecen elementos de puro mercadeo de campañas gobierno si el problema no se soluciona de raíz.
Por otro lado, es indignante. Como resultado de lo que expliqué en el párrafo anterior el pastel de la inversión pública queda repartido de tal forma que quienes se llevan la porción más grande son empresas extranjeras. Luego, estas vienen a contratar a empresas nacionales de construcción. La porción de dinero que se les paga seguramente es muy pequeña. Qué paradójico, la inversión de ese proyecto le da la vuelta al mundo para que aquí nos venga a quedar solo una pequeña suma.
En el proyecto se da un proceso de comunicación que vale la pena describir. En el lugar de la obra hay mucha gente involucrada, de diversas nacionalidades como mexicanos, europeos, asiáticos y por supuesto una mayoría de salvadoreños, según nos dijo el encargado de CEPA. Por esto, los rótulos de advertencias y avisos son en inglés.
En un nivel macro del proyecto la comunicación es claramente vertical. Los supervisores de la obra tienen que hacer uso de avisos escritos que son enviados de una manera jerárquica para coordinar los trabajos y resolver los problemas. Esto ocasiona que la comunicación sea burocrática. Todo lo que se hace tiene que quedar escrito en notas que tienen copia a CEPA. Además, no existe un encargado de la comunicación organizacional, que gestione dentro de la obra.

Lo paradójico
La construcción ha estado a cargo de la empresa japonesa TOA. A su vez, esta ha contratado a otra empresa belga para que ejecute la obra y esta última ha hecho una serie de subcontrataciones ha empresas constructoras de nuestro país. Tanta vuelta para que al final el proyecto sea desarrollado por nosotros mismos.
Por un lado, es lógico. En nuestro país no hay el suficiente recurso técnico, o quizá intelectual, para que obras como esta puedan ser concebidas por mentes o empresas salvadoreñas. Y en este punto tengo que volver a un tema del que ya había hablado en otra entrada: en El Salvador la educación pública deja mucho que desear. De nada sirven programas como Oportunidades y demás fabricaciones que más parecen elementos de puro mercadeo de campañas gobierno si el problema no se soluciona de raíz.
Por otro lado, es indignante. Como resultado de lo que expliqué en el párrafo anterior el pastel de la inversión pública queda repartido de tal forma que quienes se llevan la porción más grande son empresas extranjeras. Luego, estas vienen a contratar a empresas nacionales de construcción. La porción de dinero que se les paga seguramente es muy pequeña. Qué paradójico, la inversión de ese proyecto le da la vuelta al mundo para que aquí nos venga a quedar solo una pequeña suma.

1 comentario:
Te añado un dato a tu reflexión. La construcción de este puerto esta siendo financiada casi en un 100% por extranjeros, y gran parte de ese financiamiento es donación no reembolsable, es decir, han regalado dinero para la construcción de este puerto. Te puedo decir en caso de Japón, ellos han invertido y donado una cantidad de dinero exhuberante, y pues esta claro que quieren asegurar que este dinero se utilice de mejor manera, y por lo tanto confían en lo que conocen, es decir, ellos mismos :P
¿Y porque trabajamos nosotros? Pues si porque al fin y al cabo a quienes les va a servir el bendido puerto es a nosotros. Claro que todos los inversionaistas tienen un interés, por algo son inversiones, pero depende de nosotros aprovechar lo máximo los posibles beneficios del puerto.
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